Los berberechos en mi tierra recibían el nombre de “mariscos”, el marisco por antonomasia. Las pescantinas de Redondela los traían en cesta y los cambiaban por material de corral.
Crudos son, para mi gusto una exquisitez, pero hay que saber abrirlos yuxtaponiendo en cruz las charnelas de dos piezas y presionando ambos cuerpos al mismo tiempo que se gira, el movimiento disloca las valvas del bicho y ya lo podemos comer.
Los berberechos cocinados dan un sabor excepcional a los arroces y a las empanadas y son un estupendo aperitivo.
Mezclamos tres c/soperas del agua, previamente colada, que sueltan con el zumo de medio limón. A este líquido le molemos un poco de pimienta. Con esto rociamos los berberechos antes de llevarlos a la mesa.
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