Desde enero no me permitía cocinar: tonterías que hace uno cuando anda buscando salidas en los vericuetos de laberintos extraños. Ya no, ya está bien.
Volvamos, pues, a un placer ligado a la vida bien vivida: la cocina. El fogón es lugar principalísimo, donde se alquimian energías alegres para ofrecérselas jubilosamente a familia y amistades. Compadezco la casa donde el olor de un buen sofrito con hierbas aromáticas no se cuela por todas las rendijas hasta llegar al rellano. ¿Qué mejor ambientador que el aroma de un asado que se dora en el horno?
El hogar sano -casa habitada- siempre se construyó en torno al diálogo y a la cocina con la mesa bien montada. El resto es el ruido o la nada.
!Come, te hará bien¡ ¡Viva la luz!
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