miércoles, 27 de febrero de 2008

El pan nuestro de cada día



Decir que soy aficionado a la cocina me parece una simpleza; pertenezco al mundo rico riquísimo: como tres veces al día y lo vengo haciendo desde hace 50 años. En relación a la mayoría de la población mundial, somos unos privelegiados. La afición a la cocina no deja de ser un adorno más. Generalizando: el discurso de la alta gastronomía es puro humo.Tiene muy buenos cultivadores, pero me pilla lejos: necesito ceñirme a lo próximo. Ciertamente me informo y leo sobre cocina y voy a restaurantes, pero, al fin, lo traigo todo al cocinar de cada día.
Yo quiero disfrutar cocinando y comiendo, sin meterme en zarandajas ni manías. Trato de hacer de cada preparación una experiencia agradable, a veces mucho más que agradable. Desde la cocina de casa ejerzo la gastronomía de lo pequeño y abogo para que las personas que trabajamos y cocinamos nos ocupemos cada vez más en transformar el comer en un placer. Me explico: el momento de sentarme a la mesa es estimulante, me dispongo a tener una experiencia agradable. Busco satisfacción en el plato, pero también en lo que lo rodea: mantel, servilleta, cubertería, copas, vasos, tazas, fuentes, luces… Y, muy importante, en la compañía: cuanto más agradable mejor. Comer bien, sin apuro, y en buena compañía es uno de los mejores modos de emplear el tiempo.

Y quiero hacerlo a diario. Paradójico: los medios de comunicación españoles están inundados de información sobre gastronomía, superchefs, cocina tecnoemocional, alta gastronomía, guías variadísimas, restaurantes, jornadas, productos, catas… Sin embargo la alimentación de la gran mayoría de la población, especialmente niños y jóvenes, es cada vez peor; al menos esto dicen las estadísticas que sitúan a la población joven de España con el mayor número de obesos del mundo desarrollado. Sólo nos aventajan EEUU y Reino Unido. Algo falla. Y falla la base: lo cotidiano.

Comer bien es comer sano y sabroso. Y comer así me temo que va camino de convertirse en privilegio de los más adinerados. Antes, no hace tanto, comer bien era comer mucho; también era privilegio de los poderosos. ¿Nada ha cambiado? Tenemos que democratizar el placer gastronómico, es necesario transmitir, enseñar el recetario tradicional, utilizando el producto cercano y a precio asequible. La cocina diaria como goce saludable debe ser enseñada en las escuelas.

Este blog trata de ayudar a conseguir ese goce cotidiano. Son recetas asumible, unas más y otras menos, de la cocina tradicional. Me gusta la cocina tradicional de cualquier lugar de España, la cocina vasca, la cocina del Mediterráneo (ambas orillas), la cocina portuguesa, pero, después de 25 años en Cataluña, vivo en Galicia y mi paladar alterna, funde y confunde,lo catalán y lo gallego.

Cocino todo lo que se me ocurre y me parece bueno, pero procuro recuperar las recetas de la cocina de la zona del valle de la Louriña (ayuntamiento de Mos, Pontevedra) a través de las señoras mayores que se me ponen a tiro y se dejan asaltar por mis preguntas.

Compro en el los supermercados de la zona, evidentemente, pero también en los mercados de Porriño y Redondela. El carnicero sabe la historia de la res que vende y las pescantinas ya me conocen. Algunas paradas aún venden alguna fruta, verdura y patatas de sus huertos. Los restaurantes que visito son sencillos, no obstante les aseguro que en algunos he encontrado auténticas joyas para el paladar; cuando así ocurra se lo comentaré.
Espero que les resulte de utilidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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koldo@afuegolento.com