Un pollo casero de unos 3 kg troceado a octavos
4 cebollas picadas
1 pimiento verde picado del mismo modo que las cebollas, a cubitos diminutos
Un vaso de vino blanco albariño
Medio vaso de Jerez seco
Una copa de brandy
Aceite de oliva
Los dientes de una cabeza de ajo, picados gruesos
Sal
Supongamos que disponemos de un buen pollo casero: enjuto, secarrón, duro y con aire de atleta. Estamos bien encaminados. Troceado lo pringamos muy levemente de aceite y lo acomodamos en un recipiente con los trozos de ajo durante toda la noche. Al la mañana siguiente, retiramos los ajos troceados de cada porción de pollo, faena que, como tuvimos la precaución de que trincharlos más bien grosotes, nos resultará facilísima.
Calentamos un poco de aceite en una tartera de fondo grueso y sometemos el pollastre a dorado concienzudo.
En el mismo recipiente donde aviamos al animalito, echamos a dorar cebolla y pimiento verde. Salamos.
Al mismo tiempo que se va dorando, removemos y raspamos el fondo de la tartera para que se desprendan los restos del bicho que se pudieran haber agarrado al metal de la cazuela.
En cuanto aquello haya cogido colorcillo, echamos el pollo dorado a la obra y cubrimos escasamente con vino blanco, le damos su chorretón de Jerez y bautizamos con brandy. Salamos.
Llevamos a hervir y bajamos el fuego a lo mínimo que podamos. Cocerá durante unas dos o tres horas si el pollo es de ley. Es decir un pollo casi volador, de carne oscura y carácter fiero. Si fuera pollo granjero, atocinado y blanquecino en hora y media estará hecho.
Total, vamos vigilando la cocción y retiramos al darlo por hecho. Lo dejamos reposar durante un cuarto de hora tapado en su recipiente y servimos.
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