domingo, 23 de mayo de 2010

Tiramisú




¿6-8 personas?
18 Melindros (Bizcochos de soletilla)
1/2Kg de queso Mascarpone
5 Yemas de huevo

12 Cucharadas soperas de azúcar (C/s )
1 cafetera italiana grande de buen café fuerte, los melindros han de quedar bien empapados sin que suelten café
8 C/s de Jerez dulce (Pedro Ximenez) o Oporto dulce
25 gr de cacao sin azúcar (Cacao sin azúcar Valor)

Bañas los bizcochos en el café y pones dos en el fondo de cada copasdonde los vayas a servir. Bates las yemas con 8 C de azúcar y añades el Jerez. Remueves.

Cueces esta preparación al Baño María y esperas a que espese, sin dejar de remover, cuando alcanza 85º está cocida. Lo dejas enfriar sobre un bol con hielo.

Mientras tanto, bates el Mascarpone con el resto del azúcar- 4 C- hasta que quede bien montado. Lo mezclas con la crema de huevo que ya estará fría. Cubres los melindros con esta mezcla. Lo llevas a la nevera.

Mejor hacerlo de un día para otro, guardándolo en la nevera. En el momento de servir, espolvoréalo con el cacao amargo.






Hice un tiramisú que sé “falso”.
Leí en algún sitio que el postre que conocemos por “tiramisú” es nativo de los burdeles del norte de Italia, cerca de Venecia. Se ve que “las señoras que fuman” se lo ofrecían, como suplemento reparador de la carne fatigada, a los clientes debilitados.
La receta original es la siguiente: bizcochos saboyardos mojados en café “espresso” - o sea, fuerte, hecho en máquina de café - recubiertos por yemas de huevo batidas con azúcar y cacao por encima.
Ni pizca de mascarpones ni de licores. Pura glucosa para recargar energía, sin nada que induzca a la somnolencia. ¡Hay que rendir!
Después se fue por el mundo y el tiramisú se cubrío de queso y se disfrazó de multiples maneras. Cada casa tiene su “tiramisú” pero todas las variantes, incluso las mejores le hacen perder en ligereza y elegancia.
Mi gusto por este postre viene de lejos. En casa de mis abuelos, a veces, había una botella de vino de Oporto dulce. El hermano de mi madre lo traía cuando los visitaba desde Portugal. Yo tiraba a escuchimizado y mi abuela me suplementaba la dieta batiendo la yema de un huevo con azúcar y un buen chorrazo de Oporto. Me lo tomaba encantado, pero hoy la hubieran metido en la cárcel por alcoholizar a un niñito de cinco años. En otras casas tiraban de Quinas S. Clemente, Santa Catalina o Sanson con la misma función: despertar el apetito de los infantes; o simplemente ponernos como motos con una inyección de glucosa.
El dopaje para el amor tiene cierta tradición, dos ejemplos:
Me cuentan que anda por ahí un cocktail llamado “pousse à l’amour” que sale en las Memorias de Casanova .Este personaje lo utilizaba con el mismo fin reconstituyente que el “tiramisú”:
En una copa un par de cucharadas de marrasquino, una yema de huevo, una cucharada de café, crema de cacao y medio vaso de coñac fino.
Mi abuela sólo tenía huevo, azúcar y Oporto pero se parecía bastante a lo que preparaba monsieur Casanova.
Se dice que Dña. Emilia Pardo Bazán era amante fogosa. A los 44 mantenía rozamientos con un tal Joaquín Bahamonde, tierno joven de 23. Cuando, a pesar del ardor juvenil, a Joaquín le cedían los resortes, Dña. Emilia le administraba este combinado:
4 yemas, 10g de azúcar, 125g de mantequila en pomada, 5 cucharadas soperas de ron, un pellizco de vainilla y ¼ de litro de nata medio montada.
Batir el conjunto hasta homegenizar.
Y Joaquinillo volvía a garañonear.




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