Necesitamos un hígado fresco de cordero cuya historia conozcamos, como era este
caso. Curiosamente este tipo de hígado es de color muy obscuro, mucho más que
el de ternera o cerdo.
Pues bien, lo limpiamos de adherencia y fileteamos
reservándolo con unas arenas de sal.
Pasamos a preparar un sofrito con
una cebolla grande en aros bien finos, un pimiento verde a diminutos
cubos, dos dientes de ajo laminado y medio tomate trinchado. Todo
esto va a la sartén por este orden, en último lugar el tomate.
A media cocción añadimos media cucharada sopera de curry (es necesario controlar la calidad
vigilando su intensidad de picante. No
son todos iguales, más bien son desiguales… Este me lo trajo una compañera de
India y no sé si será por eso pero pica bastante.) Pues bien, añadido el curry, mojamos con un chorrito de agua o caldo y dejamos
reducir un poco.
Incorporamos los filetes de
hígado al sofrito, le damos un par de vueltas y dejamos que se cueza. Tenemos
que vigilar la textura, lo retiraremos a poco que empiece a endurecer, de lo
contrario encorcha y no hay quien lo coma.
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